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SI QUIERES, SOLO SI QUIERES, REALMENTE HAY MOTIVO PARA FESTEJAR LA NAVIDAD

Podría dar una excusa, venida de un chiste fácil y poco se notaría en un mundo que da excusas continuas para no tener que cambiar nada por horroroso que sea. Pero no lo haré.

No, no escribo este relato tardío porque pensara que el fin del mundo restaba todo el sentido a mi –ya clásica-, felicitación “marciana”.

Demasiados años de razón pura y cartesianismo involuntario me impiden creer esas explicaciones de la realidad... Seguro que me pierdo algo importante por culpa de la razón pura. Algo que, anhelo, seguramente los nuevos tiempos nos van a traer... Y nos enseñará a comprender lo que la razón pura, que nos domina desde hace siglos, ahora nos impide saber.

Hace unos días, una gran película adormecía mi final del día: “La caída del Imperio Romano”. Una película donde hombres valientes se juegan su destino para cambiar el mundo; frente a hombres cobardes, que pretenden mantener su estatus privilegiado en un mundo que se desploma por su propia podredumbre...

Creo que no podía haber encontrado mejor metáfora de los tiempos presentes.

Menos mal que, frente a la caterva de mediocridad que nos gobierna desde hace tantos años en esta castigada Tierra –y me refiero al planeta-, la literatura, el teatro, el cine, las artes en suma, vienen a salvarnos la vida cada día... La creatividad humana, que nace de mezclar buenas ideas y mejores deseos, utilizando bonitas palabras, eso, y sólo eso, nos salva del horror, de la mediocridad, del aburrimiento y de los malos gobernantes...

¿Y qué tiene que ver esto con la Navidad?

Buena pregunta, sí.

Bien, seguro que ya lo conté en algún año anterior. En algún relato anterior (en todos probablemente). En algún mundo anterior. En alguna vida anterior...

Ese niño recién nacido que festejamos estos días, fue el germen, de muchas de las revoluciones que el ser humano ha conocido: Expulsó a los mercaderes del templo; se enfrentó a la autoridad imperial; y pidió un imposible ontológico: amar al enemigo...

No cabe mayor bondad, ni mayor inteligencia. No es posible ser más evolucionado, ni más revolucionado, en el año cero.

Sin embargo, por razones que apelan a los malos usos del poder, llevamos demasiado tiempo ya, festejando su nombre como una pesadilla anual incomprensible en su sentido profundo. Tal vez por eso nos quejamos de la Navidad, de su pérdida de valores, de la orgía de compras, de la pena por perder la orgía de compras en tiempos de crisis, de la tristeza que arrastra por acordarnos de los que se fueron...; en lugar de festejar la oportunidad que nos brinda de cambiarlo todo, volviendo a expulsar a los mercaderes del templo.

Ahí va mi humilde opinión: Los hombres de bien de toda la vida. La Iglesia -inventada en su nombre-, que sigue sin ponerse claramente del lado del débil. La gente de orden cuya impiedad permitió y permite, desahucios y especulaciones ilimitadas con los derechos más básicos... El poder, en cualquiera de sus formas y en definitiva: Todos ellos crucificarían a ese Niño si mañana volviera a la Tierra, incluso sin esperar a que se hiciera hombre... Todos los que idolatran al “Becerro de oro”, mientras Él nos sigue pidiendo amor incondicional al enemigo, tienen presta la guadaña para su degollamiento.

Pero esta debe ser la razón de un orate, tanto, que en el diván enloquezco a mi siquiatra cuando me declaro ateo y luego le hablo del Niño... Menos mal que me hice paciente de Juan de Mairena, ese gran sabio, autor de la célebre frase: “la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero”...

Y así va el mundo, donde ni el mejor relato de Kafka supera el absurdo irresponsable e irreverente de nuestro presente. Ni el mejor auto sacramental de Calderón, representa más sumisión tiránica, que aquella a la que nos somete el mercado actual. Ni las tragedias homéricas, ni shakeaspirianas, superan “este mundo absurdo que no sabe adonde va. Aleluya, aleluya, aleluuuya” (Aute dixit).

Un año más escapamos de la nada para llegar al vacío. Un año más me escapo de mí mismo, como si fuese Houdini, para encontrarme donde no existo, pero siento...

Y ahí es donde veo la mirada perdida
de quien perdió todo, hasta la esperanza.
La mirada de hielo seco, y sufrimiento innecesario.
Y ahí veo lo que falta.
Lo que existe sin verse.
Lo que nos aterra y nos hace girar la mirada.
Lo que  nos recuerda nuestra contingencia.
Y nos devuelve al abismo del que salimos,
como Alicia en el país de las maravillas.

Hay estamos incrédulos, tristes y cansados.
O seguros, alegres y vigorosos.
A días y a ratos.
Todos en la misma comedia cervantina.
En la misma ópera wagneriana.
En el mismo circo de los horrores.

Esperando que mañana sea otro año
que se encamina
tan incierto como real
hacia otra Navidad...

Decía yo queeee...: ¡Feliz Navidad! ¡Paz y Amor a las gentes de buena voluntad!

Y si mañana somos capaces de recordar que hemos celebrado el nacimiento del Mayor Revolucionario de la historia de la humanidad (aunque seamos ateos); y lo hacemos con un gesto de desaprobación a los reaccionarios; y con otro gesto de amor a los necesitados; entonces; sólo entonces; valdrá la pena decir: ¡FELIZ NAVIDAD! ¡FELIZ AÑO NUEVO! ¡FELIZ VIDA NUEVA!




Entre Madrid y Valencia
Diciembre de 2012

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