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Caridad no es justicia: O como destruir el estado del bienestar para volver al estado de beneficencia

Esta no pretende ser una mera opinión política, pretende ser una opinión acerca del concepto “justicia social” en la postmodernidad del siglo XXI. Y, del mismo modo que es imposible hablar de física sin utilizar algún concepto matemático; resulta imposible hablar de justicia social, sin traer algunos conceptos de la política.

Hagamos una acrobacia con la Historia, tan rápida como el looping de un aviador arriesgado, y reduzcamos 250 años a tres párrafos.

Las primeras ideas del “welfare state”, son hijas de la reacción solidaria del proletariado frente al despiadado capitalismo de la Revolución Industrial británica, que tan bien reflejara Charles Dicken´s en sus novelas. Estas ideas del incipiente mutualismo solidario, a su vez, bebían de uno de los mayores logros intelectuales del ser humano: el “derecho de igualdad” entre los seres humanos, que alumbró el ideal revolucionario ilustrado, y que nos sacó de la larga noche medieval, gracias a la Revolución Francesa.

Las atrocidades de las Guerras Mundiales, trajeron a un mundo atormentado la esperanza en encontrar una respuesta política a la necesidad de justicia social, eterna piedra angular sobre la que bascula la paz (cuando la hay), y la guerra (cuando se pierde). Sobre ese mundo doliente, la Postguerra Mundial intenta desarrollar diversas formulas políticas que colocan al ser humano en su centro con más intensidad que en todas las etapas anteriores de la historia. Y todos comparten la aspiración a un mundo con justicia social. Con diversas -y hasta dispares y enfrentadas-,  fórmulas ideológicas: comunismo, socialismo, socialdemocracia, la doctrina social de la Iglesia inspiradora de una parte moderada del liberalismo y la democracia cristiana..., todas buscaban, y recorrían, un camino hacia la justicia social.

Parecía que durante la segunda mitad del siglo XX todos los estados aspiraban a una suerte de justicia social verdadera, como derecho objetivo para cada Estado y subjetivo de cada Ciudadano, establecido con rango máximo en muchos casos, dentro de sus constituciones y sus programas políticos.

Lo que nos está sucediendo ahora tal vez era difícil de prever, pero esa imprevisión no nos puede cegar, no nos puede hacer mirar para otro lado, ni seguir frotándonos los ojos como si creyéramos que esto es un maldito sueño, porque nos va el futuro en ello a todos.

Lo que nos está sucediendo es que el capitalismo liberal[1] ha irrumpido con su teoría de la “mano oculta del mercado”, del sacrosanto Mercado que todo lo provee, de su Providencia en sentido laico y economicista, justo cuando los mecanismos de igualdad social aun no se habían terminado de desarrollar en algunos países del primer mundo (del resto ni hablamos), como es el caso de España. El recorte generalizado de presupuestos sociales al albur de la crisis, lejos de aspirar a mantener la igualdad conseguida, ahonda peligrosamente en el aumento de las desigualdades. No hay más que ver las estadísticas sobre el aumento de pobreza en España en los últimos años[2], que tan bien se conoce desde el entramado de organizaciones solidarias, que ya llevaban años en la lucha de conseguir esa justicia social tan necesaria. Lejos de abandonar su protagonismo, la situación actual lo incrementa[3]

Pero ojo, porque la tentación del poder político, de convertir a las oenegés solidarias, en sustitutivas de la obligación estatal de justicia social está ahí; en España, y en gran parte de Europa[4]. Y en el esquema de la lógica y la coherencia, esas oenegés están para colaborar, para ser coadyuvantes en la labor de seguir consiguiendo cotas de justicia social que nos lleven a la igualdad social, a la verdadera igualdad de derechos y oportunidades. Pero no están para sustituir la labor del Estado que, además, tiene esa atribución por mandato supremo, en casi todas las constituciones posteriores a la Segunda Guerra Mundial.

Mucho menos debemos admitir ese intento de retornar al “estado de beneficencia”, contra el que reaccionaron los ideólogos del “estado del bienestar”, y que algunos gobiernos intentan como estrategia de poner paños calientes, en lugar de gestionar adecuadamente los recursos que son de todos.     

La caridad es un acto privado en el que no creo como instrumento de política social, pero al que no me opondría, por razones de mera bondad. No creo en ello, porque hacer caridad coloca en posición de superioridad al que ayuda, por lo que impide, o se opone, al concepto de igualdad que conlleva la justicia social. Y no sólo eso, sino que también humilla al ayudado (aunque sea de modo involuntario). No me opongo abiertamente a ella porque, en el fuero interno, cada ciudadano es libre de actuar conforme a su conciencia (religiosa o civil), y un acto de caridad siempre es un acto extrínseco de bondad y generosidad (aunque intrínsecamente esconda un acto de desigualdad; una perdida de oportunidad para la justicia social; y un mantenimiento del status en que el pobre no sale de su pobreza, y permanece con su dignidad herida). Pero sí me parece criticable, que haya organizaciones solidarias que se apoyen en la caridad y no en la justicia social, porque ahí rompen el verdadero sentido del término solidaridad. Y más aun me opongo a que haya partidos, y gobiernos –como el actual de España-, que instrumentalicen a estas organizaciones caritativas[5]; más incluso me opongo a que se apoyen en la estrategia de la caridad a través de los medios de prensa que controlan[6], y que pagamos todos los ciudadanos con nuestros impuestos, para renunciar definitivamente a la justicia social, a la que constitucionalmente están obligados.

Tengo cierta experiencia en voluntariado con organizaciones que combaten la exclusión social. Y he aprendido tantas cosas acerca de las necesidades mínimas del ser humano, algunas, las más, simplemente afectivas; de la solidaridad de las personas necesitadas entre ellas; de la infinita capacidad de sufrimiento del ser humano…; que me resulta insultante y ofensivo el trato banal de las personas que hacen las ayudas desde la superioridad que habitualmente emplean los gobiernos, especialmente los de derechas.

Por mera casualidad, cada día, cuando voy a trabajar, veo un incesante desfile de hombres y mujeres en situación de necesidad camino del albergue municipal que tiene fama de ser más duro en Madrid, donde cientos de personas con fuertes adicciones reciben ayuda social, cada vez más escasa. Algunos presentan un estado tan lamentable que uno se plantea cuantos días, o cuantas horas más, van a permanecer en este mundo. Y cada vez que veo a una persona en ese estado, me veo fracasado como ser humano; veo el fracaso de toda la sociedad hipócrita –en la que me incluyo por supuesto-, que es incapaz de reaccionar, de comprender que la vida de uno solo de nuestros semejantes (incluida la de los ministros de hacienda matones), vale más que cualquier otra cosa en el mundo (incluidos todos los planes económicos de cualquier gobierno destinados a mantenerlo todo como está, o a recuperarlo como estaba; para que este circo macabro no detenga la función de unos arriba, casi todos abajo, y a algunos habrá que liquidar[7], para mantener los privilegios de los defraudadores)

Y si esto resulta duro, creo que una de las cosas más importantes que he aprendido en este tiempo compartido con personas excluidas, y en riesgo de exclusión, es que cualquiera de nosotros -por integrado, normalizado y socializado que se encuentre-, puede acabar en situación de exclusión, de desvalimiento, en la calle, sin hogar, si tiene la desgracia de sufrir algunos reveses de la vida que no son tan improbables, visto lo que vemos cada día. Nadie está exento del despido, el divorcio, la muerte de un ser querido, la enfermedad…; y no hablemos de cuando varias de estas circunstancias se combinan.

La justicia social es cosa de todos. Es una inversión para todos. Nos va la vida en ello a todos, incluso a los que son incapaces de verlo pensando que el Mercado ya les proveerá...

Pero esto es difícil que lo entiendan los idiotas.

Es francamente difícil que lo entienda Mariano. Tampoco lo entendió del todo José Luis…

Hay muchas opciones de voto que si entienden esta necesidad.

Acordémonos de ellas en las próximas elecciones.




[1] Siempre he creído que lo de neoliberal es una chorrada, salvo que se use en sentido cronológico. En sentido ideológico, los llamados neoliberales son en muchos casos ultraliberales, o hiperliberales; es decir, radicales de la cosa, integristas del peor liberalismo económico que ha vivido la historia de los tiempos.
[2] Se puede ver el ultimo informe sobre la pobreza en España elaborado por Caritas en http://www.caritas.es/noticias_tags_noticia.aspx?Tag=%20Pobreza
[3] Lamentablemente, la reacción de matón de discoteca que ha tenido en Ministro de Hacienda frente al último informe de Caritas sobre la pobreza en España, es reveladora de varias desgracias: lo grave del dato, y lo grave que es saber en manos de quienes estamos... Porque esta derecha ultramontana, que siempre se beneficia de las ganancias, y socializa las pérdidas, es capaz de enfrentarse hasta con sus obispos cuando les llevan la contraria.
[4] Ver “El País” del 22.09.13, pg. 8, “Holanda se prepara para pasar del bienestar a la solidaridad ciudadana”.
[5] El caso de Caritas es paradigmático. El mismo partido que ahora critica por boca del Ministro de Haciendo sus informes, los usaba y defendía hace tres años, por boca de su portavoz en el Senado, para criticar la gestión del gobierno antecesor
[6] Me resulta francamente triste, ese programa de las tardes en la Primera, “Entre Todos”, donde se convierte la desgracia ajena en reality show, resucitando el estilo de uno de tantos espantajos de la dictadura franquista, como era la llamada “Operación Plus Ultra”... Han desaparecido las señoras enjoyadas que sentaban un pobre a la mesa en Navidad (que tan bien reflejara Berlanga en “Plácido” y Buñuel en “Viridiana”), pero ha llegado este rancia llamada Toñi Moreno, para devolvernos a la caverna con su programita...
[7] El viejo maltusianismo del pasado, ha sido sustituido por las políticas de “austericidio” que el gran capital ha puesto a girar en la rueda de la fortuna

Comentarios

  1. Rafa, siempre grande. Has dado en el centro de la diana con este artículo digno de las mejores revistas y periódicos.
    Sigue así, porque yo te tengo guardado para visitar tu blog.
    Enhorabuena y gracias por quitarnos alguna que otra venda de los ojos.

    ResponderEliminar
  2. Gracias, Rafa, por poner luz en medio de tanto oscurantismo.

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