¿Qué hacían los buenos alemanes mientras su régimen político exterminaba sistemáticamente a una parte de la humanidad?
Por fin ha llegado el momento de pasar la nochevieja como aspiré a hacerlo toda la vida: Cenando pronto y a la cama.
Parece mentira que las aspiraciones más simples del ser
humano, siempre sean las más costosas de conseguir, y de carambola.
Algo llevamos dentro de esa mollera, que es insustancial,
ilógico e irracional hasta el extremo. Esa mollera de la que nos vanagloriamos,
en esa concepción antropocéntrica del mundo, de ser los únicos seres
inteligentes del planeta. Y nos quedamos tan anchos tras decirlo.
Ya en mi más tierna adolescencia (aunque parezcan términos
incompatibles), me cabreaba la idea de tener que pasarlo bien la última noche
del año, casi por obligación. Pero entonces, solo importaba salir. Llegué a esa
etapa de la vida proveniente de una tradición familiar de grandes fiestas de
fin de año: con toneladas de serpentina, globos y confeti; con una pata de jamón
asado decorado con huevo hilado; ponche, champán, licores; espuertas de dulces;
y música, mucha música y baile… No sólo hice lo que pude por perpetuar la
tradición, sino que lo disfruté hasta el extremo, en un requiebro más de mis profundas
contradicciones unamunianas.
Un fin de año fue tan intensa la nochevieja, que empecé el nuevo
durmiendo con un caballo (¿o era yegua?, nunca lo supe, ni tampoco le pregunté…)
Nochesviejas en cuarteles, nochesviejas en pasos a nivel;
nochesviejas viajeras; nochesviejas griposas y febriles…
Nochesviejas mientras se hunde el Titanic o se comete un Genocidio.
Sí, ya sé que el Titanic se hundió un día de abril, pero no me negarán, que la
imagen de la orquesta tocando mientras en barco se hunde, es la mejor metáfora
colectiva de irracionalidad, que a nadie se le pudiera ocurrir.
Sí, ya sé que tenemos derecho a ser felices. [1]
Y a tratar de hacer felices a quienes nos rodean.
Ya sé que es el momento de hacer una pequeña catarsis para
dejar la viejo, lo malo y hacer nuevos y buenos propósitos.
Ya sé que bastante mierda nos inunda en el mundo, como para
que tener que leer a este tío cenizo echando una pala más…
Ya sé. O no sé. Cada día sé menos…
El caso es que se me atragantó felicitar la Navidad este
año, mientras asistimos a un genocidio en toda regla, y hoy, se me está atragantando
hacer lo propio con el Año Nuevo.
Desde que comenzó el último episodio de aniquilación del Pueblo
Palestino, se me ha puesto una nube negra en la sesera, donde suena un eco
profundo como el Averno de la mitología. Y en ese eco incesante, se repite la
mismo pregunta que me hago desde que recuerdo haberme convertido en persona
pensante y empática, tras las veleidades irracionales de la inmadura
adolescencia.
La pregunta es sencilla: ¿Qué hacían los “buenos alemanes”
mientras su régimen político exterminaba sistemáticamente a una parte de la
humanidad?
No tengo ningún afán de polemizar con nadie. De verdad. Sólo
cuento lo que siento. Confusión y dolor.
Dentro de la desinformación que es consustancial a toda
guerra (esta de hecho, no lo es), hay suficientes fuente externas y solventes
para no dudar sobre los datos del horror. Para llegar a la conclusión de que
sí, se está cometiendo un genocidio ante los ojos del planeta en pleno siglo
XXI, y no se aprecia que haya clara voluntad de pararlo por parte de
quienes pueden hacerlo. Como si la gran enseñanza del S.XX que obsesionaba a
Hitchcock y su cámara, no nos hubiera servido de nada.
El nivel de detalles del horror es tan grande, si quieres
mirarlos, que se revuelven las tripas y se llora cada día, salvo que mires
para otro lado. Bombas sobre hospitales, escuelas y población civil en general; un éxodo infinito; miles de niños muertos; falta de bienes básicos de cualquier tipo: comida, medicamentos, energía,
anestesia… Ayer leí datos sobre amputaciones realizadas sin anestesia. Miles.
Sobre cuerpos mutilados de niños inocentes… Y no me lo quito de la cabeza.
Cualquier razonamiento, cualquier posicionamiento político
que queramos hacer sobre estos hechos, obviando ese dato, sería una farsa
sicopática, provenga de quien provenga. No hay más.
Y la pregunta, sigo sin saber responderla.
¿Qué hacían los “buenos alemanes” mientras su régimen
político exterminaba sistemáticamente a una parte de la humanidad?
O, tal vez sí.
¿Es posible que estuvieran celebrando la Nochevieja…?
[1] Me
encanta la idea de llevarlo como derecho a la propia Constitución del país
(como hizo Thomas Jefferson), lo cual demuestra que el ser humano es tan grande
que pretende alcanzar el cielo con las manos, y hay que usar el derecho para
proteger esa grandeza de los miles de cabronazos que le juegan a la contra cada
día…
Número de guerras activas, número de muertos, número de grupos opositores, número de acusaciones... todas las guerras son salvajes, pero unas (como la que aniquila palestinos) más que otras. Estamos anestesiados como la sociedad inmersa en la guerra de camisetas de unas series de TV contra otras. Triste, muy triste la deshumanización
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