No es novedoso que los políticos españoles quieran acabar con un modelo de ferrocarril público para todos los ciudadanos. Directamente es que creo que ningún político de los que el PPSOE ha puesto a gestionar el ferrocarril desde que recuperamos la democracia en España, se ha planteado realmente (más allá de declaraciones electoralistas), esa necesidad ni esa utilidad. Simplemente, han hecho política partidista con lo que es un patrimonio de todos los ciudadanos. Tristemente, tal vez esa mayoría ciudadana ni valora, ni cree necesario defender ese patrimonio público ferroviario. Tal vez ese sea un problema que da para otro análisis, sobre el modelo de desarrollo y los valores que inculca el sistema educativo hiperpolitizado.
Los mejores ferrocarriles del mundo que conozco (incluidos algunos de gestión privada o compartida), se encuentran en países donde lo público se respeta, se valora y se usa por una ciudadanía educada y culta, que exige a sus políticos una buena gestión de ese bien que es de todos; porque lo han pagado todos, sienten que es de todos, lo usan todos y pretenden que siga siendo de todos.
La historia más real del ferrocarril, va siempre ligada al desarrollo industrial y económico. La vertebración del territorio donde se asentaba, solía ser una consecuencia de lo anterior. Lamentablemente España -con el eterno atraso que nos legó tantos años de Imperio y potencia militar-, nunca se incorporó a ejercer ese papel vertebrador del ferrocarril durante el siglo XIX. Y cuando lo intentó, en el XX, ya era demasiado tarde. La herencia de una estructura ferroviaria radial y en ancho de vía distinto al estándar (ancho ibérico), jugó a la contra.
En el año 92, sonó aquella cantinela de lo que respondió Felipe González cuando le preguntaron por qué la primera línea de Alta Velocidad (AVE), fue Madrid-Sevilla y no Madrid-Barcelona, como debía apuntar la lógica demográfica y europeísta. Dicen que respondió -con su gracia de los momentos espléndidos-, que conociendo la idiosincrasia del pueblo español, de haberse hecho la primera línea desde Madrid hasta Barcelona, nunca habría llegado al sur... Los que no lo querían en su propio partido hicieron correr la idea de que era una respuesta improvisada, ingeniosa; una ocurrencia que diría nuestro Mariano del alma...
Sea como fuere, se non è vero è ben trovato, va bien como ejemplo de lo que quiero contar.
Tengo 51 años, de los que 32 soy ferroviario. Tengo bastante memoria. Y tengo mucha rabia acumulada contra los funestos políticos, malos gestores, y -en algunos casos-, peores personas que llevan años tratando de destruir ese patrimonio común. Un sistema ferroviario que, como la piedra que empujaba Sísifo, los ferroviarios tenemos que volver a subir ladera arriba cada noche hasta la cima, para que el ministro/a de turno, y sus secuaces, lancen la piedra ladera abajo cada día siguiente.
Y así día tras día, legislatura tras legislatura.
En el año 85, cuando llegué mi primera mañana al chozo de Sagrera, mientras nos poníamos el mono amarillo, alguno de los viejos ferroviarios que iban a ser forzosamente prejubilados casi nos gritaban un chavales irse de aquí, que esto no tiene futuro...
En parte acertaban, pero también se equivocaban, porque el futuro -que lo había-, se estaba tejiendo en presente, y ese presente se estaba haciendo en forma de transición ferroviaria. Había que hacer la transición política en el ferrocarril, había que finalizarla, porque la Renfe, al igual que el resto de las instituciones de España (y aquella Renfe lo era), estaba organizada como un gran cuartel. Esa visión cuartelera de España, orgánica y jerárquica, que el dictador había impreso, era una costra profundamente enrraizada y, seguramente, el primer gran empeño del PSOE fue su erradicación. Un buen amigo, además de jefe (hoy felizmente jubilado), describía muy sintéticamente la necesidad de la primera guillotina aplicada por la primera mayoría absoluta del PSOE: era necesario pasar a cuchillo a los plenipotenciarios que el franquismo aún tenía en la cabeza central, y en las cabezas de zona de aquella Renfe.
Y seguramente, en aquel contexto histórico, hacía falta. Si bien, al más puro estilo napoleónico, lo que se hizo fue cambiar plenipotenciarios del franquismo, por plenipotenciarios socialistas -mejor dicho, del PSOE, ese partido que acababa de declararse no marxista en Suresnes, y otras cosas que se guardaba- ....
Desde entonces, el colectivo ferroviario puro, los técnicos, los profesionales, los no políticos, o no sólo políticos, jamás nos hemos recuperado. Hemos ido arrastrando nuestro peso pesado, cual boxeador noqueado a golpe de mayorías absolutas del PPSOE.
En los 80, antes de que Goleman "inventara" lo de la inteligencia emocional, en las escuelas de gestión y las facultades de económicas, hizo estragos la idea de que un gestor no necesitaba conocer la actividad de una empresa para hacer bien su trabajo. Bastaba tener los adecuados conocimientos técnicos de gestión en materia financiera, contable, tributaria y laboral para gestionar cualquier empresa o cosa gestionable. Es más, si lo que se pretendía era liquidarla, esto era lo más recomendable, porque se eliminaba la más mínima posibilidad de que el gestor-ejecutor sufriera siquiera un atisbo de síndrome de Estocolmo hacia los profesionales que iba a liquidar. En algunos casos, ni siquiera tenían los conocimientos técnicos de gestión, sino sólo el poder de un carnet y un nombramiento.
Ese desvarío, que comenzó con una cierta justificación política, fue la punta de lanza de un modelo de gestión brutal y liquidador que, en estos días -en manos del que pasará a los anales de la historia de España, como el peor gobierno desde la muerte del dictador-, puede estar a punto de finalizar el trabajo, si no les plantamos cara y los echamos del poder en las próximas elecciones generales.
Y aún así, llegaremos tarde a muchas cosas, porque este gobierno, muere matando (supera la veintena las iniciativas legislativas que pretenden aprobar con su rodillo parlamentario antes de perder el gobierno, de ahí que el Parlamento siga activo en agosto sin que haya precedente conocido en nuestro entorno, ni en nuestra historia democrática reciente).
Privatización, liberalización, externalización, gobierno tras gobierno, con mayorías absolutas -PPSOE-, o sin ellas -pactando con CiU, PNV, CC-, se han dedicado a hacer electoralismo -especialmente con las llegadas del Ave-, mientras regalaban al sector privado la empresa a cachos. Ese capitalismo de amiguetes especialidad del PP, pero que también ha sido practicado por todos sus alternantes y compañeros de felonía, es el cáncer que corroe al ferrocarril, como corroe a todo el país.
No hay más que acercarse a las cúpulas directivas de las empresas públicas Renfe y Adif para ver el evidente paralelismo con el peor gobierno de la historia de la democracia. Absolutos desconocedores de la actividad ferroviaria. Liquidadores cobardes amparados en la mayoría dictatorial de quienes les colocaron. Muchos, con pasados gestores recientes en empresas que no son precisamente un dechado de virtudes éticas. Alguno con intereses de los que, tal vez, deba dar explicaciones judiciales algún día no muy lejano...
Es lo que hay.
Y si me duele como ferroviario, casi me duele más como ciudadano, cada vez que veo como se malgasta el dinero de todos, para meterlo en los bolsillos de unos pocos, de unos cuantos amiguetes escogidos, sin que jamás hayan demostrado con cifras, que a esos mismo ciudadanos nos cuesta menos la gestión privada que la pública.
Ya sabes pues lo que seguirá pasando si votas al PP, al PSOE, a quien sustituya a CiU, al PNV, o a cualquiera de los que históricamente han apoyado a estas maneras corruptas de gobernar.
Ojalá tu conciencia no te tenga que reprochar tu futuro voto.
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