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LO HAN DICHO EN LA TELE: ES NAVIDAD

Por destino, por azar, y por un par de aspirinas, estrené diciembre durante una noche de soledad hospitalaria, y en ese estado, me quedé atrapado viendo las noticias.

¡Ah! ¡Las noticias de la tele! Qué gran invento del hombre; consiste en que tres veces al día –como las comidas, el termómetro y la medicación-, sale un señor de traje impecable, con una musiquita -entre estruendosa e inquietante-, que te inyecta cosas variopintas del mundo: Cómo nos matamos unos a otros allí o allá, cómo nos insultamos en los parlamentos, cómo asistimos a la penúltima hambruna de la penúltima guerra, cómo atiborramos los campos de fútbol para enriquecer a las estrellas del circo, cómo nos deleitamos en las pasarelas de la moda, o damos la bienvenida a la Navidad el 1 de diciembre en diversas partes del mundo... Todo ello durante media hora más la publicidad, sin solución de continuidad, para que no pensemos demasiado y no nos haga sufrir en exceso la imagen de los niños víctimas de hambrunas, la cara de sufrimiento de Raúl al fallar un penalti decisivo, o la situación dramática de un ciudadano martirizado porque el fallo de las Cercanías le obliga a madrugar una hora más... ¿Acaso no es todo lo mismo? ¿Acaso no es todo noticia? ¿O alguna vez han visto al presentador cambiar de gesto para anunciar una cosa u otra…?

Lo cierto es que, lo queramos o no, lo dijeron en la tele, la Navidad llegó de nuevo a nuestras vidas el pasado día 1 de diciembre. Ese mes tan largo, que empieza en un año y termina en otro.

Ya era necesario dar ese paso, en un par de empujones más habremos conseguido que la Navidad empiece justo después del verano (cosa que ya soñé mi pasada Navidad); de momento ya hemos conseguido confundirla con la Constitución y la Purísima; si el siguiente año la adelantamos a Todos los Santos; antes de acabar la década podremos empezar la Navidad al mismo tiempo que el Pilar..., o antes...

Qué queréis que os diga, yo estoy encantado, he sucumbido; por fin me he normalizado y me he pasado del sector crítico, al sector pro, y valoro con alegría y alborozo que estemos retornando a los tiempos del Imperio en que el calendario llegó a tener 200 días festivos. Aquellos años en que los epicúreos ganaron la batalla a los estoicos, y se inventó el slogan “hagamos el amor y no la guerra” (que los ignorantes de los hippies creyeron inventar casi 2000 años después), slogan que en versión más prosaica se tradujo como “folleu folleu que el mon s´acaba”.

Así pues, y para alejarme de las críticas de otros años, éste, os contaré una expectativa navideña cargada de energético consumo.

Hacer balance en Navidad es casi una necesidad. Si no recuerdo mal en el Plan General de Contabilidad es obligación legal hacer balance; y qué es nuestra vida sino una sucesión continua de obligaciones legales, con una gran Plan General de Contabilidad actualizado cada año.

Y un año, no es más que un fragmento de nuestro tiempo total, consumido en una de sus unidades. Ahora mismo, escribiendo, imagino el año como un rectangulito de esos que formaban rectángulos mayores en forma de celdas, cuando le dabas a desfragmentar el disco duro en los viejos PC 386...

Y en esa unidad de tiempo que es tu año, se resume todo tu consumo, tu tiempo, tu dinero, tu alegría, tu pena, tu llanto, tu risa... Tu vida en forma de contador.

Como uno debe escribir de aquello que conoce, os voy a contar mi año de manera comprimidísima, casi convertido en un bit.

Mi año transcurrió como casi todos: fui hombre libre, fui hombre esclavo; fui valiente y fui cobarde; fui feliz y estuve triste; fui trabajador, vago, amigo, enemigo, peregrino, amante y amado... No fui más, ni menos, que una persona de los casi 7.000.000.000 que pueblan la Tierra y solo quieren una cosa: Vivir en Paz.

De mis roles favoritos, me reservaré el de amante, por lo que tiene de íntimo, y compartiré con vosotros lo que aprendí este año en mi rol de peregrino... Esa fuente inagotable de energía.

Porque estos días en el hospital, donde estás tan vulnerable frente a cualquier bata blanca que hurga en todos tus orificios sin demasiados miramientos; donde se escuchan palabras que parecen quedarse suspendidas en el aire; palabras que producen inquietud; palabras que parecen solidificarse en el pensamiento: Dolor... Tristeza... Incertidumbre…; mi mente, que es más sabia que mi pesimismo ocasional, me cogió del último pensamiento nebuloso y me llevó a mi Camino de Santiago virtual para sacarme de aquel atolladero.

Ese Camino que llevo guardado en mi recuerdo más profundo y amado porque cada día me sigue enseñando a ser más libre. Ese que comienza en una amanecer cualquiera, con la ilusión del nuevo día y un desayuno reconfortante que te prepara para cargar tu mochila y afrontar la caminata que te espera. Sin miedo, confiado, tan alegre como cauto, tan expectante del mundo como provechosamente viejo, tan espiritualmente joven como incautamente veterano… No eres más que un hombre, pero también eres un pequeño resumen viviente del Universo… Y sales del albergue, con las claras del día que van infiltrando su luz rojiza en el azul oscuro del cielo. Esa luz que va evolucionando al naranja y al amarillo, mientras el cielo lo hace hacia el añil y el celeste. La primera hora de caminata suele ser pletórica; rebosas de fuerza, las heridas aun no duelen –o casi-, el aire es fresco y perfumado, el mundo te descubre el escenario de una obra que es exclusiva para tus ojos: La transformación de los colores del paisaje cada mañana; el verde de la fronda, el pardo de las piedras, el ocre de la tierra; cada centímetro del camino que pisas cada segundo de tu caminar, es un fragmento del espacio-tiempo que la creación te regala Sólo a Ti; una obra única que cada peregrino obtiene en su caminar, y que, aunque sean tan parecidas, nunca son iguales; por eso volvemos aunque ya lo conozcamos; por eso amamos el Camino por más que nos llague los pies...

El Camino de cada día no es más que el compendio de tu vida en su más pura esencia, sin aditivos ni colorantes, la metáfora de tu existencia que se materializa ante tus ojos para que aprendas y disfrutes de ser quien eres y como eres, con esa persona que te ama, con la familia que tienes, con los amigos que tienes, con los compañeros, con tu salud, con tu fuerza, con tu trabajo, con tus ilusiones, con el Amor del mundo en definitiva…; y también, por qué no, con tu dolor, con tu falta de salud, con tus frustraciones y tus tristezas... El Camino es la contabilidad de tu esfuerzo, la inteligencia de tu felicidad más básica, la escuela que te enseña lo poco que necesitas para vivir, al comprobar por ti mismo que un puñado de nueces son suficientes para caminar 20 kilómetros y aun te sobra energía; y recuerdo el informe de la FAO que hablaba de los miles de millones de personas que sobreviven con 200 gramos de arroz hervido ¡al día!; y sonrío con cierto sentimiento de culpa pensando en lo que soy capaz de comer en una sola sentada..., haciéndome propósito de moderación como acto solidario…

26 días de caminata en solitario, 764 kilómetros, dieron para mucho pensar; una enormidad de pasos y de segundos para recordar, imaginar y hasta soñar toda tu vida... Algunos lo sabéis y hasta compartisteis en directo estos sentimientos. Con mis pensamientos, con mis filosofías espirales, me esforcé por encontrar el gran problema, la causa de todos los males, el horror que hace que una gran parte de la humanidad apenas pueda subsistir, cuando la parte minoritaria y rica tienes problemas de sobrealimentación. Buscar EL PROBLEMA DE TODOS LOS PROBLEMAS. Y el caminar diario actuó como el filtro de un crisol, donde, mezclados todos mis “saberes”, luego calentados y vertidos, al final se precipitó una única sustancia.

Y pude hacer el análisis que nunca antes vi tan claro, por más que ya creyera en la Paz. Desprovisto de pretextos y subterfugios intelectuales de cualquier tipo: políticos, económicos, ideológicos, religiosos... Desbrozados los árboles que no te dejan ver el bosque. Superando el gran absurdo cotidiano que hace que unos mueran de inanición, cuando otros lo hacen de sobrepeso. Sobreponiéndome al desánimo de ver cuánto queda por hacer, pese a los esfuerzos solidarios de los bien intencionados... Sólo con la visión esencial de las cosas que te da la dureza del Camino diario. Sólo así, pude ver con total claridad que es la Guerra, o la Ausencia de Paz, la causa originaria de todo lo demás.

Ya sé que esto parece demasiado simple, o demasiado obvio. O tal vez no tanto. Ya sé que esto no se puede desligar de todos los subterfugios que dije... Y podría explicar cuánto me razoné sobre todas las interrelaciones de la falta de Paz con el Poder, con su uso ilegítimo, con la Violencia, con la Injusticia, con la Incultura, con la Incomunicación, con la falta de Libertad...

Pero me quedé con la conclusión de que en la vorágine de causas noblemente solidarias, estamos corriendo el riesgo de disipar la energía atacando tantos frentes a la vez, cuando, seguramente sería más eficaz centrarse en el foco de la infección. Por eso, si mientras seguimos analizando toda esa realidad polimórfica, fuéramos capaces de rebelarnos contra nuestros Gobiernos, contra todas las instituciones que ostentan Poder, y LES EXIGIMOS que la prioridad absoluta sea la PAZ, tal vez consigamos evitar que cada día sigan muriendo de hambre miles de niños en una contabilidad sin sentido que el consumismo pretende hacernos olvidar, incluso con el subterfugio de las causas solidarias trufadas en la publicidad del propio sistema reinante y repugnante.

Muchos días comparé mi cuerpo material con una unidad de transformación de energía, una aplicación práctica de las leyes de la termodinámica: Por un bocadillo, una cerveza y un café, me daba treinta kilómetros de libertad, felicidad y paz de espíritu... Transformar tu energía de peregrino cada día, sin importarte los dolores, las inclemencias del tiempo, lo que comerás o dónde dormirás ese día…, te hace perder los miedos hasta extremos insospechados; y, lo que es más importante, te hace Tan Libre…

Transformar tu energía de peregrino es volver a ser niño, ser iluso, ser esperanzado, aunque hayas pasado de los 40, y seguir creyendo en la Utopía.

Seguramente, eso era la Navidad cuando nació el primer utópico que se rebeló contra la Guerra pretendiendo lo imposible: ¡Que amáramos a nuestros enemigos...! El resto de su historia ya la conocéis, unos tíos con Poder se apoderaron del Héroe para que aquella Revolución no acabara con ellos... Propongo una cosa: ¡Rebelémonos contra las instituciones que se han apropiado de las utopías de los grandes hombres que creyeron en la Paz! ¡Echemos a los impostores del poder y tomemos sus puestos porque la Paz es posible si queremos!

Pensémoslo unos minutos, por pequeño que sea nuestro gesto de rebelión, será un símbolo. Elijamos un objetivo, una acción, y llevémosla a cabo.

Por una Navidad sin hambre. Por una Navidad con Paz. Compremos menos. Amemos más.

Un gran abrazo de amor y rebeldía para Ti


Valencia 4 de diciembre de 2007


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