Vacaciones. Invierno. Frío. Mi tío Cristobal venía desde Marruecos aunque a mi me parecía el tío de América. Vacaciones. Invierno. Lluvia. La nieve añorada que nunca llegaba. Emoción. Cine en la tele. Repetitivo. Todas las tardes. En blanco y negro. Los americanos siempre ganaban y conseguían milagros. “Al sur del Pacífico”. “Tora, tora, tora”... Y mi tío roncaba en el sofá, en penumbra tras la sobremesa, con las tazas del café y las copas vacías, el “Anís del mono” y el “Fundador”, los borrachuelos, los pestiños, los mazapanes y los polvorones... Vacaciones. Invierno. Y aún calor valenciano. Helor de mañana. Calor a mediodía. Helor de noche. Humildes radiadores de aceite en combate con las humildes catalíticas. Las muñecas de Famosa se dirigen al portal... La misa del gallo. La familia que venía de muy lejos. La casa sin apenas muebles. La casa amueblada. Las fiestas de la casa sin muebles y de la casa con muebles. El belén descomunal, tamaño habitación, con montes de papel de estraza y suelos de serrín pintados con anilinas, y luz en el portal, y agua en el río. Panderetas. Zambombas. Los villancicos soeces e improvisados. La sopa de menudillos calentita. El besugo al horno. La pata de jamón al horno de leña de la panadería. Los rollitos de bizcocho, jamón y queso roquefort con huevo hilado. Finezas. Vacaciones. Invierno. Salir de compras con el tío de América. Y entre compra y compra, caña y tapa... Y el Marlboro del tío de América. Y la botella de whisky que se bebió “Panocha” siendo aun un cachorro... Los omnipresentes Reyes en el horizonte. Y el circo. Primero espectacular, luego triste... Con sus tristes tigres... Vacaciones. Invierno. Con sus heladas matutinas. Y el primer año de ausencia. Mi tío Herminio se fue. Todo fue distinto. La vida quebró la ilusión pueril del milagro navideño. La tregua en día de Nochebuena. Regalos para los más necesitados. Y el olor dulce y tostado de la pastelería de Papá. Y los pucheros infinitos de la cocina de Mamá. Vacaciones. Invierno. Adolescencia. Extraña mezcla de intrigas absurdas y amores quebradizos. Salir a correr, un día laborable y vacacional, con las piernas heladas... Emborracharse. Con una canción de Bob Dylan. Pelearnos en la feria, llena de gitanos y pandillas. Golpear un putching ball para ver quien era más fuerte. Y el cine en el cine: “La guerra de las Galaxias”, con su banda sonora atronando en los coches de choque... Los globos rellenos de confeti para la nochevieja. Los trajes elegantes. La fiesta en casa que parecía de la “jet set”... Y la serpentina. Un cigarrillo para pinchar globos. Un pasodoble. El “twist than shaw”. Y los discos de flamenco. Las horrorosas uvas atragantadas. Este año no nos vestimos elegantes porque no tenemos ganas de nada... Y una gran cogorza. En la hípica. Con nuestros trajes elegantes. Y dormir en una cuadra, con un desconocido caballo. Año nuevo vida nueva... Vacaciones. Invierno. Un festín en la mesa cada día. Desde el 24 al 6. Y que pena después. Cuando la familia se iba. Pero antes, los regalos. El insomnio. Venían. Sí. Ya venían. Y no podías estar despierto. Y fingías dormir si los nervios te lo impedían. Porque venían. Y les dejábamos café y licores. Y zanahorias para los camellos. Y todo desaparecía, cada año. Qué Reyes tan generosos. Siempre había más de lo que pedías. Y cuánto gustaban los regalos inesperados. Más incluso que los pedidos. Y las chuches, que aún no se llamaban chuches pero existían, en forma de muñecolates y cigarrillos de chocolate, en los zapatos... Vacaciones. Invierno. Estrenar la bicicleta un día frío y soleado en la Alameda. La misma Alameda de las primeras ferias. Vacaciones. Invierno. Mili. Garita. Traviesas heladas. Guardia. Refuerzo. Retén. Santo, seña y contraseña. Dedos congelados. Permiso. La vieja estación de Atocha. El Ter a Valencia por Cuenca... Vuelve, a casa vuelve, que te esperamos...
Valencia 19 de diciembre de 2009
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